A una hora de la capital se encuentra La Vega, un municipio humilde y calidoso como sus habitantes, pues como dice en su himno es “paraíso de cantos y esmeraldas” y dando ejemplo de esto, allí podemos encontrar a Nikole Bulding, una joven de 17 años quien a su corta edad ha demostrado ser uno de los tesoros que guarda dicho pueblo, pues aunque la vida no le facilitó el caminar sus senderos, con pequeños pasos ha logrado recorrer más allá de lo que muchos creyeron que podría.
Con su berraquera, carisma y más que todo su talento, ha logrado ganarse el corazón de cualquiera que llegue a verla cantar en los escenarios. Aunque casi siempre está sentada, ya que al cantar de pie se cansa muy rápido y hasta podría caerse, con la potencia que tiene su voz logra hacer que cualquier obstáculo se haga pequeño y destaque su don , pues es ahí donde le demuestra al mundo que, como dice ella: “sin importar las dificultades todo se puede lograr”.
Para esta joven risueña y extrovertida construir ese sueño de ser cantante no ha sido nada fácil, pues en su nacimiento en la clínica San Ignacio se le diagnosticó una malformación llamada Mielomeningocele, mejor conocida como espina bífida abierta, por esto tuvo que permanecer 15 días en cuidados intensivos, y a lo largo de su vida se ha sometido a 11 cirugías para poder corregir sus pies y su médula.
Su madre Angie Marín cuenta con furia la crueldad de las palabras de los médicos al decirle que su hija no tenía esperanzas de volver a caminar o que probablemente tendría algún tipo de retraso mental. Mil preguntas y temores daban vueltas en su cabeza ¿qué pasaría ahora?, ¿cómo haría sin trabajo y sin el apoyo de su padre?, ¿qué le depararía a su hija la vida?, ¿sería capaz de llevar y superar este reto?

La preocupación y la depresión se apoderaron de ella… La vida se le había puesto cuesta arriba. Pero nunca perdió la fe, se aferró a Dios y con la fuerza que solo una madre tiene, se enlistó en la batalla para lograr sacar a su hija adelante. Lunes, miércoles y viernes tenía que viajar, en Bogotá, desde Villas del Dorado hasta la Cardioinfantil, con su niña en brazos, en medio de las miradas que juzgan y desprecian, en transporte público y teniendo que caminar por lo menos 10 cuadras más, en medio del frío, el calor o la lluvia, para asistir a las terapias. Un sacrificio enorme pero que sabía que era necesario y que valdría la pena, su hija era suficiente razón para enfrentarse a hasta las peores tormentas. Pese a las predicciones desalentadoras de los médicos y gracias a la constancia en los tratamientos, la pequeña logró caminar al año, siendo esa la primera luz de esperanza de una vida normal y alegre para ella.
Angie decidió mudarse a La Vega, Cundinamarca, para poder controlar los ataques de asma que su hija presentaba y en busca de una mejor calidad de vida. Es allí, donde más adelante, descubre la magia que guardaba en su interior. Siete años tenía cuando gracias una tarde de Karaoke, Nikole demostró que lo que iba a definirla no era su discapacidad sino su talento. Una de las clientas y amiga cercana de Angie, quien siempre estaba pendiente de su hija, le contó que había comprado un nuevo karaoke y la invitó a usarlo junto a su hija para que se entretuviera un rato pero mientras dialogaban se llevaron una sorpresa. “Excelente. Maravilloso. Súper.” Eran las expresiones de la máquina que estaba usando la niña. Era algo increíble, pues en esos momento ni a leer había aprendido. Con euforia, su amiga insiste en que Nikole había nacido con talento para el canto y en que no podía dejar pasar la oportunidad de hacer florecer ese don divino. En ese momento su mamá, guiada por los consejos de su amiga, tomó la decisión de buscarle a su hija quien pudiera instruirse en el mundo del canto.
Intentó que su hija fuera incluida en el coro de la iglesia local, pues era el único lugar que conocía que pudiera ayudarle, pero a pesar de su persistencia nunca le dieron la oportunidad. Aun así, continuó tocando puertas y conoció a un profesor que en ese momento se encontraba dirigiendo un coro llamado “Voces de la Sabana”. Fue ahí donde comenzó sus primeros avances en la técnica vocal y donde logró descubrir qué tipo de voz tenía. No dura mucho tiempo ahí.
Más adelante inició un nuevo proceso con el maestro de música Vladimir Popayán, a quien ella aprecia y agradece, pues fue aquel que la impulsó a dar sus primeras presentaciones. No fue nada fácil, para Nikole el presentarse ante un público la llenaba de nervios y aun, pues de las cosas que más ha tenido que trabajar en su carrera artística ha sido la expresión, las inseguridades la llenan al ver como sus compañeras de tarima pueden moverse por el escenario e interactuar con el público y cree que el hecho permanecer sentada impide expresar lo que debe, se llega a sentir pequeña en esa gran tarima.
Pero en últimas esto nunca la ha detenido, porque si de perseverancia y dedicación se trata, no hay poder humano que la detenga alcanzando sus metas, no hay dos que luchan con tanta valentía. Winny Rodriguez, su actual maestra, da testimonio de esto, con la ayuda de ejercicios de respiración, autoanálisis y días de trabajo duro han logrado que desde su silla pueda producir lágrimas, sonrisas y aplausos en cualquier lugar que esté. Es así cómo ha logrado ocupar los primeros puestos en concursos y sobresalir en festivales, que le pidan autógrafos y la llenen de palabras de admiración.

Todo esto lo fue logrando mientras se enfrentaba a los momentos más duros de su vida, el bullying de sus compañeros cuando cursaba la primaria era algo que no solo le afectaba a ella sino a su madre también, tuvieron que acudir hasta las demandas por las agresiones pasaban de ser verbales a físicas. Sus compañeros eran crueles, siempre encontraban la forma de intentar herirla, por sus gafas, su forma de caminar, sus necesidades, pero en últimas la seguridad que ella tenía hacía que esa situaciones solo la llenaran de fortaleza para seguir adelante, algo que su madre siempre ha admirado y resaltado.
Pero no hubo peor tormento que permanecer dos años en silla de ruedas, por cuenta de la terquedad de no dejar quieta una cicatriz, cosa de la cual aún se arrepiente, pues según ella perdió años valiosos de su vida que pudo haber aprovechado y más por el constante desespero de querer salir, moverse, no depender de nadie ni nada; detesta ser una carga, desde niña es muy independiente e hiperactiva, detesta la quietud. Era una tortura completa, que la llevaran sus compañeros de salón, que la bañara su madre y que en general necesitara ayuda para casi todo. Este momento en su vida la marcó de sobremanera, pues el sedentarismo y el inicio de su desarrollo la hizo subir de peso, y aunque el físico no es algo que le importe, si le produce inseguridad saber que su descuido la llevó a eso. Aun cuando recuerda su infancia, resalta que con nostalgia que en esos momento se encontraba delgada. Si de ella dependiera borraría ese capítulo de su vida, aunque agradece el hecho de poder reconocer, gracias a la situación, a quien podía llamar verdaderamente “amigo”, ya que fueron pocos quienes se quedaron a su lado y la apoyaron, pues desde que su talento era más reconocido la envidia era algo común entre las personas que la rodeaban.
El gran día

Los 15 años son la fecha más anhelada para la mayoría de jóvenes y esta no fue la excepción. Nikole soñaba con la “super fiesta” como lo llama su madre, con todas la de la ley para celebrar su noche y como siempre, Angie hizo hasta lo imposible para lograr cumplir su sueño. Sus amigos cercanos le brindaron su ayuda, uno daba el sonido, el otro el salón, otro hacia la comida, y todos trabajaban en conjunto para lograr la fantasía de la quinceañera. Ese día el salón era como salido de un cuento de hadas, con su pastel de la torre Eiffel que tanto adora y cada detallito preparado especialmente para ella. Llegada la noche los nervios y la ansiedad no le cabían en el cuerpo a la niña que ya se convertía en mujer. Quería salir ya. Peinado y maquillaje se le hacían eternos y la espera en su habitación convertía los segundos en largas horas. Llegado ya el momento bajó las escaleras del salón sola, dice su mamá que no sabe ni cómo, pues llevaba su vestido esponjoso y su micrófono en mano cantando. Era de no creer. Todo era mágico, ella era el centro de todos y su vestido azul deslumbraba más que el cielo. Los 180 invitados la miraban con orgullo, pues varios la vieron crecer y convertirse en la joven que es ahora. Su mamá se le pasa la vida por delante, cada sacrificio, cada lágrima, cada terapia, cada larga espera en los hospitales pidiendo a Dios que no sufriera y que si era así que mejor se la llevara, cada pronóstico sin esperanza, cada crítica y se llena de nostalgia y de alegría al ver todo lo que le ha enseñado y tiene para enseñar Nikole al mundo.
Esa noche no había discapacidad, nada impediría que brillara con toda su luz. Cantó, pero no como el resto de sus presentaciones, cantó como soñaba, de pie y caminando por la tarima para su familia, sus amigos pero más para ella. Bailó vals ¿ lo creerían posible? a quien no le habían dado ni esperanzas para caminar, después de todo estaba ahí, cumpliendo el sueño de cada niña, se veía ligera, confiada y feliz, muy feliz. Disfrutó cada segundo de la noche como si de la última se tratara. Como toda una reina, que había ganado una batalla tan grande. Su vida sigue siendo una guerra de todos los días, pero como dijo “vida solo hay una y a mí me tocó vivirla así, solo hay que hacer que valga la pena”.